viernes, 29 de junio de 2012

YO, MI, ME CONTIGO - La mención de la propia obra.

YO MI ME CONTIGO (1996)
El rock and roll de los idiotas (Sabina-Varona-García de Diego) 4:20 – Contigo (Sabina-Varona-García de Diego) 4:45 - Jugar por jugar (Sabina-Rot) 4:15 - Es mentira (Sabina-Varona-García de Diego) 4:24 - Mi primo el Nano (Sabina) 3:41 - Aves de paso (Sabina-Varona-García de Diego) 4:34 – El capitán de su calle (Sabina-Guerra) 3:11 – Postal de La Habana (Sabina-Varona-Senante) 5:24 – Y sin embargo (Sabina-Varona-García de Diego) 4:41 – Viridiana (Sabina-Rot) 2:54 – Seis de la mañana (Sabina-Varona-García de Diego) 3:54 – No sopor... no sopor... (Sabina-Manu Chao) 4:33 – Tan joven y tan viejo (Sabina-Varela) 4:17.
Producción: Joaquín Sabina, Pancho Varona y Antonio García de Diego.
Músicos: Joaquín Sabina (voz y guitarra española), Pancho Varona (coros, guitarra acústica, eléctrica, española y programación) Antonio García de Diego (coros, guitarra acústica, eléctrica, percusión, teclados, Hammond, kabasa y armónica), Paco Bastante (coros y bajo), Tino (bajo y batería), W. Bridge (steel guitar), Isabelo Garrido (acordeón), Victor Merlo (contrabajo), Luis Dulzaides (coros y percusión), M. Aguilar (bajo), Pancho Amat (tres), Pedro Guerra (coros y guitarra española), John Parsons (guitarra eléctrica), “Flaco” Jiménez (acordeón), Yrvis Méndez (bajo), Osvalo Siqui (timbales), Vicente Borland (coros, teclado y piano), Tito Duarte (saxo tenor), Quique Perdomo (saxo tenor), José Luis Medrano (trompeta), Paco Ibañez (trompeta), Manuel Machado (trompeta), Angelo Mancini (trompeta), Ove Larsson (trombón), Carlos Quintyero (programación), Caco Senante (voz, coros), Carlos Varela (guitarra acústica), Alejandra Kneler (voz), Olga Román (coros), Paz Ruiz (coros), Jaime Asua (coros), Dino “Paladar” (coros), Mauri (coros), Bernardo (coros), Guillermo Quero (coros), Paz Gómez (coros).

En la época que media entre Esta Boca Es Mía y Yo, Mi Me Contigo Sabina participa profusamente en actividades relacionadas con el tercer mundo –en especial Cuba- mientras sus presentaciones en Latinoamérica se multiplican. En abril de 1994 toca junto a Pablo Milanés en el Monumental de Madrid, dos años después el encuentro se repetirá en La Habana. El 6 de octubre de 1995 es noticia al agredir a una fan bastante insoportable (emulando a John Lennon en el Trobadour) arrojándole un vaso en la cara; en enero del año entrante toca en la cárcel de Carabanchel.
Es un disco marcado por la autorreferencialidad. Aquí más que nunca son la propias canciones de Sabina las estrellas centrales, en medio de un sistema de citas y alusiones que –a diferencia de Mentiras Piadosas y su mundo Jet Set- se centran en el universo de la cultura. Es, en este sentido, fuertemente celebratorio. Musicalmente hay un retorno al molde de “grupo más o menos estable” de Física y Química, por lo tanto los temas aparecen más emparentados que en el precedente Esta boca es mía. Ambos discos comparten una estructura semejante: una apertura de gesta urbana, mucho ritmo latino, su rock and roll obligado y un tema final testimonial y semi acústico.
En julio de 1996 aparecieron las primeras copias piratas.

El nacimiento del romance elevado a la categoría de la épica: El rock and roll de los idiotas es uno de los mejores temas de apertura para un álbum y uno de los mejores compuestos por Sabina y cia.. Empieza como una historia normal de destinos desventurados, muy en plan folk (guitarra y armónica) pero el puente de la 3º estrofa empieza a anunciar algo y es el catárquico estribillo donde melodía y poesía irrumpen como desde un vientre o una alcantarilla rebalsada (“Pero quiso el cielo bautizar el suelo con su gota a gota”) para regalarnos esa magnífica imagen tanguera (“Con champú de arena/Para tu melena de muñeca rota”) y hacer que el tema estalle unos compases antes del estallido lógico del estribillo y la frase del título.
A igual que en Como un explorador, el sujeto habla desde la reciente puesta en pie después de la tormenta. Plantea un nuevo comienzo después de la depresión pasajera de la ruptura, con la innovación de que ahora también se incluye a la chica como parte del proceso: “Yo no tenía ganas de reír/Tú reías para no llorar/Yo le guiñaba un ojo a mi nariz/Tu consolabas a tu soledad”.
Tema de aire acústico con armónica introduciendo las dos partes principales y un Hammond dándole el toque majestuoso necesario. El final abierto recuerda al Rap del optimista con su enumeración de temas clásicos de distintas épocas y estilos. Interesante el solo final de trompeta o píccolo, a la Penny Lane. Es la segunda epopeya urbana, luego de Esta noche contigo, y plantea la misma apertura de escenario callejero que el álbum anterior.

El siguiente tema Contigo, es un fuerte anticlímax con su revisión de las miserias del matrimonio y la rutina –frases recurrentes incluídas- y su demanda de un destino digno de ser vivido. La letra reivindica básicamente la fugacidad del romance. Sin embargo la cursilidad del estribillo parece plantear (en especial si se lo aísla de su contexto, cosa bastante frecuente con un estribillo, en tanto cara visible de la canción) un amor a prueba de fuego, a contrapelo de la ideología de Sabina sobre el tema: “Y morirme contigo si te matas/Y matarme contigo si te mueres/Porque el amor cuando no muere mata/Porque amores que matan nunca mueren”. En definitiva su sentido es neutro y depende de lo que signifique para cada uno “un amor que mata”. Para Sabina matar no es durar. Mucho mejores son los versos con los que alude al “sexo sin amor de los casados”: “Yo no quiero comerme una manzana/Dos veces por semana/Sin ganas de comer”. El abordaje es muy serio, casi triste, lo cual sugiere un sujeto que viene de esa experiencia: “Yo no quiero que viajes al pasado y vuelvas del mercado con ganas de llorar”. Una de las formas de la alineación para Sabina siempre ha sido el desgaste marital.
Joaquín canta al son de arpegios de guitarra mientras la voz de Olga Román subraya algún que otro verso y el estribillo, donde una eléctrica desnuda marca gentiles acordes. Una guitarra slide de fondo le da el condimento de languidez justo y necesario que reclama la situación plateada por el texto.
Hay alusiones a César Vallejo (“Paris con aguacero”) y Aznavour (“Venecia sin ti”). Comparado con el tema de apertura es más convencional y seguro, lo mismo que Jugar por jugar, una toma de posición a la manera de Cada loco con su tema, de Serrat, que no agrega nada nuevo a la archiconocida filosofía de Sabina a esta altura del partido. Lo mejor es el potencial político-metafórico, que a veces florece (“Propongo corromper al puritano/Espiar en la ducha a las vecinas/Ir a quitarle al dios de los cristianos/Su corona de espinas”) y a veces no (“La vida no es un bloc cuadriculado/Sino una golondrina en movimiento”). La alusión (ahora) es a Silvio Rodríguez (“como hace la hormiguita por tu espalda”) y a Lorca “y fusilar al rey de los poetas con balas de juguete”.
Musicalmente, con su tiempo en 6/8, su acordeón y su pretensión de hit, sugiere una remake de Y nos dieron las diez. Aquí está el propio Sabina en guitarra española junto a la acústica de García de Diego, que da la intro, los puentes, el final y canta detrás de la voz.

Con Es mentira vuelve el Sabina “gato de callejón”, que conocemos, no solo por el rock and roll sino porque el sistema de citas y alusiones no cierra con la alta cultura o la cultura doméstica sino con el propio mega texto de Sabina (Y nos dieron las diez, La canción de las noches perdidas, Nacidos para perder), con lo cual el egocentrismo circulante se retroalimenta (y como si fuera poco cuenta con la presencia de ese otro “ombligo del mundo” que es Charly García). La letra está armada a partir de la aliteración. Cada verso se inicia con la frase “es mentira que...”, lo cual genera varias paradojas predecibles. El enfoque autoreferencial arroja como saldo una concepción de la poesía como generadora de verdad a partir de una acumulación de mentiras (ficciones): “Es mentira que más de cien mentiras no digan la verdad”. En la vereda opuesta: la realidad, la razón, las mentiras pesadas. Sólo en algunos momentos, el sujeto abandona el juego para plantear verdades como puños: “En mentira que un bulo repetido merezca ser verdad”, en respuesta a la máxima goebbeliana, o cuando entra el estribillo (y con él la realidad del establishment): “Para mentiras las de la realidad/Promete todo pero nada te da”. El propio García se hace cargo del teclado y su voz inconfundible aparece en los coros. Antonio y Pancho sostienen el rock and roll con sus guitarras y el sintetizador llena la atmósfera.

El juego intertextual continúa –esta vez con un procedimiento similar al utilizado en Yo quiero ser una chica Almodóvar- con Mi primo el Nano, otro homenaje a un compatriota admirado (Serrat, claro). El procedimiento en cuestión consiste en hilvanar en el desarrollo de la letra títulos, versos o imágenes de la obra del aludido. Es el único tema compuesto enteramente por Sabina y está bien. El verso “Yo de joven quisiera ser como él” le debe bastante al inmortal “Ay, pero yo era muy viejo entonces/Soy mucho más joven ahora” de My back pages, de Bob Dylan, de quien se retoma la frase “like a rolling stone” en el tema de cierre. Dos influencias reconocidas (Serrat y Dylan) entre las cuales Sabina opera como eslabón natural que amalgama sus diferencias. El homenaje se prolonga a nivel musical (recuerda a Caminito de la obra) y la melodía y el tratamiento vocal se ajustan perfectamente al estilo del catalán. Una vez más la guitarra española de Joaquín y la acústica de García de Diego marcan los acordes sobre un fondo muy trabajado de percusión, contrabajo y cajón. El aire flamenco amplía el sentido de tributo, de Andalucía a Cataluña. La mención del Quijote habilita a establecer una tradición cultural o ideológica: Quijote, Serrat… Sabina.
Es interesante como en la última línea se sacrifica la rima consonante lógica (“él” rimando con “Joan Manuel”) para cambiar de tercera persona a segunda y traer a escena cara a cara al viejo camarada: “Yo de joven quisiera ser como eres, mi primo Joan Manuel”.
Nota: los temas aludidos de Serrat son Vagabundear, Cada loco con su tema, La saeta, Toca madera, Detrás está la gente, Bendita música, más algún otro que acaso se me escape.

La autorreferencialidad continúa con Aves de paso, una de las dos canciones que reivindican la prostitución (sin meterse en aspectos de explotación o poder, lo cual debilita un poco el enfoque, pero como sostiene Sabina “no es el mejor trabajo del mundo, pero tampoco el peor”). Es un complemento perfecto de Contigo, en el sentido que plantea la situación opuesta a la rutina matrimonial: “A las flores de un día/Que no duraban, que no dolían/Que te besaban, que se perdían/Damas de noche, que en el asiento de atrás de un coche/No preguntaban si las querías”. Retoma la vieja temática del “carpe diem” y lo fugaz de la juventud para invertir su signo literalizando su significado. La “flor de un día” ya no es una metáfora sino una realidad, la mujer como objeto pasajero de placer. El romanticismo en Sabina tiene sexo. No hay culpa en esta concepción que haría trinar a más de una honesta feminista El sujeto se ubica en el lugar del goce, más allá del bien y del mal (quizá en parte por la relación que establece con una experiencia tan fuerte como la iniciación: “A la impúdica niñera madura/Que en el mapamundi de su cintura/Al niño que fui espabiló”.
Es un tema histórico, imposible de haber nacido en algún otro momento de la carrera de Sabina. El referente es su pasado inmediato como artista o la representación que forjó de sí mismo en sus temas anteriores (que no es lo mismo). Un Rock and pop con un motivo de guitarra tan fresco y simple como perfecto. Ah, y la armónica del final nos devuelve al rock and roll de los idiotas.

Desde Corre dijo la tortuga, El capitán de su calle es el tema más “inteligente” presentado por Sabina. Exige un esfuerzo interpretativo distinto del que nos tiene acostumbrado, aunque es menos complejo que el anterior y podría verse como una fábula sobre el poder, la censura y la transgresión, relacionadas con la posibilidad de ser más que el resto, a la manera del Gulliver de Malas Compañías: “Porque sabía que la verdad desnuda guarda oculta detrás de la corteza/El hueso de cereza de una duda/Y se reía con la melancolía que le da la razón a la tristeza(…)”. Como toda fábula tiene su “moraleja” final con el consiguiente castigo para quien pretende salirse de la fila: “Y le echaron cinco mil años y un día /Pa´ que aprenda a cantar/En la mazmorra fría”. Recuerda algo a Juana la Loca, en el sentido de celebrar a aquel que explora lo sexual: “Pero en el barrio había un general/Que, para colmo/Lo vio salir de noche a probar/A buscarle tres patas a las gatas/Y dos peras al olmo para merendar”. Un vez más, “moviendo” levemente el refrán popular, recontextualizándolo, Sabina obtiene la imagen exacta que le permite expresarse de manera clara y sin perder altura poética.
Musicalmente el tema cobra relieve en el estribillo con segundas altas y el sonido siempre personal del acordeón, el resto es buen entretenimiento rítmico (lo cual no quita que para cualquier otro artista menor podría ser un tema de difusión).

A partir de Postal de la Habana el álbum empieza a madurar hacia un final inolvidable. Posiblemente el mejor homenaje a un pueblo, una cultura (ahí van Pablo, Silvio, Guillén, Martí, Compay y hasta Hemingway para la lista de invitados) y una gesta: efectista sin ser panfletario, lo cual se logra, si se es poeta, caminando por la cuerda floja de las imágenes: “Y a las barbas de la revolución/Le salían más canas cada día”. Sabina consigue superponer en el mismo verso metonimia (“barbas” como parte del todo que es Fidel en alusión a su avanzada edad) y metáfora (“barbas de la revolución” como señal del desgaste del régimen). Y por si quedan dudas del color político de Joaquín, alguna vez, en un reportaje dio una excelente definición sobre el régimen cubano: “Seguramente tiene cosas que corregir, pero mientras tenga a Estados Unidos acechando, las críticas me las meto en el culo” (más o menos así). En tal sentido tiene un par de versos memorables (otros y van…) para sintetizar la gesta del 60: “La noche en que Al Capone/Perdió los pantalones/A la ruleta rusa con Fidel”. El homenaje, sin embargo, va más allá de Castro y la Revolución, e incluye a la Cuba anterior, igualmente poetizable por sus encantos naturales (algo similar hará después en De purísima y oro con la España pre-democrática). Una vez más recurre a la modificación del dicho popular y troca la imagen de perversa del “jugar al gato y al ratón” por la más sensual de “la gata (mulata) y el ratón”.
La producción (una de las tres que no está a cargo del trío Sabina, Varona, García de Diego) es de Vicente Borland. Hay dos partes que marcan un contraste rítmico “andante-allegro” y una buena amalgama de instrumentos tan disímiles como acordeón, tres y guitarra eléctrica.
El final, una vez más se suelta en clima de fiesta, versos de Martí incluídos.
Ah, fue escrita en el Hotel Riviera.

Y sin embargo es uno de los temas preferidos de Sabina. Una ofrenda a Isabel Oliart, ex esposa y madre de sus hijas. El planteo es bastante especial: Digamos que te quiero más que a nadie pero “si duermes a mi lado sueño con todas”. Histeria posiblemente. Pero ¿qué hacer con tanta asunción? ¿Tanta naturalización de lo políticamente incorrecto? El mismo sujeto se apresura a disculparse (“Ni tan arrepentido ni encantado/De haberme conocido, lo confieso”), un sujeto regido por la ley del deseo y la atracción por lo prohibido: “Sabes mejor que yo que hasta los huesos/Solo calan los besos que no has dado/Los labios del pecado”. La transgresión lírica queda reforzada por tratarse de un bolero, género romántico y conservador, en el cual las relaciones de pareja se definen a partir de la fidelidad o la traición, pero nunca ambas a la vez. Entonar este tema a la mujer amada es asegurarse una demanda de divorcio. Encima la melodía es encantadora (un hit en potencia “versionable” por cualquier Luis Miguel del momento, con la condición de modificar la letra, claro está) y el tratamiento musical pega bien con la percusión de Luis Dulziades, el aire cargado de armonías, el solo de criolla y las guitarras que asienten con respuestas cortas a la voz, en registro doble. Como dato peculiar mencionemos el fade out sobre una estrofa con texto original, no repetido, lo cual hace que el escucha aguce el oído para no perderse los últimos versos. Es uno de los favoritos de Joaquín, y tiene razón.

Viridiana es otra celebración de la prostitución. Para Sabina son profesionales que cumplen con una función social (“debían cobrar más de lo que cobran por todo lo que dan”) y su personaje no será quien se vea defraudado: “Tantas cosas me dio que no me daban/Tantos besos casi de verdad”. Igual que las mujeres de Aves de paso (que no duraban que no dolían) permiten la obtención del máximo placer sexual al mínimo costo pasional. La contrapartida es, una vez más, los despojos de la vida convencional: “Y aunque en mi cumpleaños de una cena/Y no vengan mis hijos a cenar...”. La visión es egocéntrica, un genitalismo romántico que no pierde el tiempo en condenar lo, por otra parte, condenable (acaso Silvio Rodríguez, en la encantadora Flores nocturnas haya conseguido la mezcla justa de ternura hacia el individuo y crítica hacia el negocio, que se haya hecho). Un aire “gitano-mariachi” con percusión en contratiempo y el sello (una vez más) del acordeón. El tema cuenta con la participación de Los Rodríguez, (quienes además producen) más Pancho en guitarra, Antonio en teclados y el acordeón de Isabel Garrido. La voz de Andrés Calamaro es inconfundible.
El intertexto ahora es Buñuel.

Las seis de la mañana es un rock and roll denso con una sesión de bronces y una base furiosa. Retoma una vez más la visión desasosegante del fin de la noche en la ciudad. Se inscribe en la línea de temas del “amante-Vampiro”, en los cuales la luz trae el fin del goce y la llegada de las obligaciones. La sociedad como un aceitado mecanismo de sofocación del goce y la satisfacción: “La mecánica del rocanrrol del despertador llamando a cumplir al ley”. Como no tiene nada de romántica, recurre a la inversión de las imágenes del romanticismo: “Desafina un nido de ruiseñores/Pero tu tranquila, ya vendrán tiempos peores”. El motivo melódico inicial ve perdiendo terreno en favor de la partes más catárquicas cercanas al estribillo. El final es una coda extensa con estructura de pregunta-respuesta de gran energía. Casi un tema en sí mismo.
Nada puede salir bien bajo las condiciones planteadas en Las seis de la mañana y de hecho es lo que ocurre en la historia de No sopor..., no sopor..., un rap donde la letra se roba la escena haciendo gala de un sentido del humor ácido y reventado. Manu Chao se encargó de la música, la voz, los coros, la eléctrica, el bajo (mantiene la figura y varía de octava) y la impecable producción que recurre al artificio de levantar y enterrar instrumentos de modo tal de variar el acompañamiento. Uno podrá advertir que pocas veces Sabina dejó un tema tan en manos de otro que no fueran Varona y García de Diego. Hay una proliferación de voces de diverso timbre y espesor armónico que por momentos se organizan en diálogos acercando el clima a lo teatral: la tragicomedia cotidiana. La temática es similar a la desarrollada en otro tema nunca grabado por el propio Sabina: Mañana será otro día (“Me para un taxista y me suelta un coñazo/No fume y no de portazos/No hay cambio de cinco mil”). Caos organizado como representación del caos aleatorio de la vida. Y el intertexto podría ser After Hour, de Martín Scorcese, que cuenta las vicisitudes que puede sufrir un ser humano lanzado a la jungla de cemento en medio de seres sicóticos. Podría haber sido un excelente cierre, con su clima festivo, cínico y despreocupado, a la manera del Rap del optimista, pero no. Acaso porque el final de un álbum es un momento crucial, Sabina elige, para esta etapa, ya muy alejada de los inicios, la reflexión del excelente Tan joven y tan viejo, fuertemente introspectivo, donde el sujeto está solo consigo mismo (como indican los silbidos del final) y su voz suena tremolada, seria. Los cellos sintetizados entran convencionalmente al promediar el tema creando un clima de mensurada melancolía mantenida a raya por un texto que no ofrece concesiones y que contiene una de las mejores imágenes de vitalismo y negación del paso del tiempo: “Así que de momento/Nada de adiós muchachos/Me duermo en los entierros/De mi generación”. Una guitarra y el sintetizador manejan el clima de escasez instrumental (a igual que en Esta boca es mía, que cerraba el anterior disco). Hay una amenaza de estribillo no se concreta. Es la continuación, más acabada, del planteo de Nacidos para perder. Juntos forman una zaga fundacional.

2 comentarios:

  1. no encuentro mas detalles de la agresion a la fanatica molesta sabes algo mas?

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  2. Me quito el sombrero ante semejante análisis tan detallado de uno de mis álbumes favoritos del gran maestro Sabina.

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