viernes, 29 de junio de 2012

ESTA BOCA ES MÍA - La influencia latinoamericana.

ESTA BOCA ES MÍA (1994)
Esta noche contigo (Sabina-Prado-García de Diego-Varona) 4:47 – Por el bulevar de los sueños rotos (Sabina-Urquijo) 3:56 – Incluso en estos tiempos (Sabina-Gloria Varona-García de Diego) 2:48 – Siete crisantemos (Sabina-García de Diego) 5:07 – Besos con sal (Sabina-García de Diego) 3:17 – Ruido (Sabina-Varona-Guerra) 4:20 – El blues de lo que pasa en mi escalera (Sabina-Varona-García de Diego) 4:43 – Como un explorador (Sabina) 3:20 – Mujeres fatal (Sabina-Varona-García de Diego-Vargas) 4:32 – Ganas de (Sabina-Varona) 3:10 – La casa por la ventana (Sabina-Varona-García de Diego) 3:30 – Más de cien mentiras (Sabina-Asúa) 6:36 – Esta boca es mía (Sabina-Varona) 2:58.
Producción: Joaquín Sabina, Pancho Varona y Antonio García de Diego.

Músicos: Joaquín Sabina (guitarra acústica), Antonio García de Diego (guitarra acústica, eléctrica, teclados y coros), Pancho Varona (guitarra acústica, programación rítmica y coros), Oscar Quesada (batería), Osmani Sánchez (batería), Paco Bastante (bajo), Luis Sánchez (bajo), Eugenio Arango (percusión cubana), José A. Romero (guitarra eléctrica y acústica), Jaime Asua (coros), Alvaro Urquijo (guitarra eléctrica), Begoña Larrañaga (acordeón), Olga Román (coros), Luis Dulzaides (percusión), Andreas Prittwitz (clarinete y saxo tenor), Jim Kashishian (trombón), Juan Luis Martínez (laud), Antonio Ortega (laud), Manuel Fernández (laud), José Luis Medrano (trompeta y bugle), Dagoberto González (coros, percusión y teclados), Miguel Muñoz (piano y teclados), Germán Velazco (saxo alto y flauta), Tito Duarte (saxo tenor), Miguel Nuñez (coros), Tino di Geraldo (bajo y cajón), Gerardo Nuñez (guitarra flamenca), Javier Ruibal (voz en Ruidos), “Las Negris” (coros), Nuria y Raquel Díaz (coros), Rosendo (guitarra eléctrica, coros y voces), Ñete (batería y percusión), Luis Farnox (armónica), Bernardo Parrilla (violín).

Después del éxito de Física y Química (vendió 350.000 ejemplares y como parte de la oleada de reconocimientos, recibió el premio ACE en Argentina), el Sabina que encara esta obra (que en lo personal ya era padre y divorciado por segunda vez) es un tipo rezumante de confianza dispuesto a concretar su obra definitiva. Una de las señales de este espíritu es el pasaje de la utilización de una banda más o menos estable al número de músicos más alto que hubiera utilizado hasta entonces, debido a que la diversidad de estilos de los nuevos temas requerían tal o cual toque particular. Los arreglos no presentan la estructura de acumulación progresiva, sello de fábrica de los últimos álbumes, aunque son igualmente cuidados. Incluyen tanto el racionamiento instrumental (Como un explorador; Esta boca es mía) como el barroquismo sonoro (Besos con sal; Ruidos, La casa por la ventana), tratamientos inéditos hasta el momento. Acaso como respuesta a los ataques recibidos por Mentiras Piadosas, se podría decir que éste sí es un disco orientado a lo latino (o al menos con una fuerte inflexión) como indican exponentes como Besos con sal, El boulevard o La casa por la ventana. Temáticamente aparecen la reflexión y el balance, como resultado de la evolución artística natural de un Sabina que había superado los cuarenta años.
Fue presentado el 25 de mayo de 1994. En Julio, Ariola le entregaba un disco de platino de manos de Joan Manuel Serrat por las 100.000 copias vendidas. En Latinoamérica agotaría 250.000 ejemplares en sólo 4 meses.
Nota: un detalle que habla de la prolifidad lírica de Sabina es que durante el período de gestación de este disco, compuso todas las letras del disco del amigo Javier Gurruchaga, El Huevo De Colón.

El álbum empieza y acaba en plan solista, intimista, como pretende expresarlo la afinación que antecede a Esta noche contigo, la desapacible balada donde se invoca a las “divinidades urbanas”(“Que no arranquen los coches/que se detengan todas las factorías...”) a prestar auxilio en la gesta épica de salida con la chica amada: “Porque voy a salir esta noche contigo/Se quedarán sin beatos las catedrales...”
Es un tema de cita donde el discurso trasciende lo romántico e instaura una segunda voz ideológica que descarga contra el mundo enemigo de los estamentos del orden (“Que sufran por amores los dictadores /Y los notarios”) a la manera de 1968, el himno libertario incluido en el lejano Inventario. En la coda, esta segunda voz parece querer apropiarse del sentido al insistir con el “Que se mojen las balas”, ya mencionado en el principio de la 3ª estrofa.
Musicalmente presenta una base de sintetizador, adornada por acordes y solos hirientes de guitarra que recuerdan al clima de Negra noche, del tercer LP. Tiene un giro interesante al modular a otra tonalidad, aunque uno espera algo más de la octava media, que anuncia grandes cosas y se diluye en un ripio (“la carretera que te conté”).
Versos tales como “que se enfaden las flores” o “dejaremos colgada la caprichosa luna…” marcan una distancia con la estética estereotipada del romanticismo popular, como remarcando que se trata de una cita que acabará en la cama. Habría si se quiere un mosto de romanticismo, pero de uno a lo Byron, donde los ideales del amor se entremezclan con los de la libertad (Byron murió de la mejor muerte romántica, defendido la independencia griega), gesto que se confirma y se refuerza con la llegada del –para mi gusto- un himno de todos los tiempos de Sabina: Por el Bulevar de los sueños rotos. Un homenaje a Chavela Vargas y al México vanguardista y politizado de comienzos de siglo de la mano de Diego Rivera y Frida Khalo. Todos destinos dignos de ser vividos. La intención sentida y fervorosa de la letra encuentra buen eco en la potente línea melódica (en especial el estribillo) y la reelaboración del tema central en otra clave (algo también hecho en el tema de apertura). Donde debiera haber nostalgia hay firmeza, y hay dignidad en lugar de lágrimas. Un clásico. (Hay un video muy bueno, además). A diferencia del tratamiento vocal acostumbrado que reserva la segunda voz al estribillo, aquí hay dos voces desde el comienzo (Joaquín y Olga Román) y se agrega una tercera baja (Antonio) en el estribo. Un acordeón entra al promediar el tema y en el solo, muy breve, se trenza con las guitarras.
Nota: el elemento religioso no aparece desalentado aún cuando se trate de un tema pro-revolución. Característica de Sabina de respetar los rasgos del color local, del folklore del hombre común.

También a dos voces (pero esta vez ambas de Sabina, tal vez para reforzar la idea presente en el texto de que el buey solo bien se lame), Incluso en estos tiempos, se localiza –en el marco del tratado sabiniano sobre el ciclo del amor- en algún lugar del segmento post-ruptura/vuelta a vivir. El sujeto habla desde un momento extraño, inestable, en el que la tormenta ya pasó pero subsisten las inclemencias del recuerdo: “Incluso en estos tiempos/De volver a reír con los amigos/Todos los días tienen ese rato /En el que respirar es un ingrato /Deber para conmigo”. Sabina se abstiene de reflexionar, sencillamente describe una situación emocional ambigua. No hay lugar para la profundización en medio de un acompañamiento, sencillo y juguetón, (que ancla el enfoque y lo libra de la suerte de tango fatal). Tiene un buen trabajo rítmico y arreglos convincentes. Cuatro notas de bajo marcan a fuego la base. Los solistas (piano, trombón, clarinete, guitarra con wah wah) se florean con total libertad.
Es un ventiluz de aire fresco, único en la obra de Sabina. Pero, ubicado después de semejante comienzo e inmediatamente antes de Siete crisantemos, el contexto lo desmerece como un mero divertimento. Acaso como bonus track habría funcionado mejor.

El verso largo y el ritmo tranquilo siempre le han dado buen resultado al Sabina más meditativo. Siete crisantemos, uno de los momentos de gala del álbum, da cabida a un balance y una declaración (amplia) de principios. Es, de alguna manera, el tema que funda al Sabina autorreflexivo de Tan joven y tan viejo y A mis cuarenta y diez. Pero Sabina está en el momento más exitoso de su carrera y es desde la cresta misma de la ola que habla, en pleno tránsito hacia el porvenir. Por eso mismo si bien la mirada empieza ocupándose del pasado, pronto se vuelca sobre el presente y preanuncia el futuro en el magnífico “siete carreteras delante de mí”.

Es un lugar enunciativo inmejorable: ya hay una historia gloriosa detrás y hacia delante el horizonte de extiende generoso. Sabina no puede más que regodearse erigiéndose en referente de su propio discurso. A igual que Withman, se celebra y se canta a sí mismo, a su propia figura de cantautor, la cual aparece magistralmente escindida:
a) por un lado se erige un sujeto oracular: “También en el infierno llueve sobre mojado/Lo sé porque he pasado más de una noche allí/En busca de las siete llaves del misterio/Siete versos tristes para una canción”. Sabina imagina su propio descenso a los infiernos (que para su propio discurso contrarreligioso equivale a vivir al tope, atravesando todas las experiencias posibles de una vida, una ciudad, una noche aceptadas como tales en sus pro y sus contras) del cual retorna más sabio y mejor pertrechado para el arte poético. Así la densidad experiencial crea versos inolvidables, por las verdades que conllevan y la habilidad para expresarlos: “Lo bueno de los años es que curan heridas/Lo malo de los besos es que crean adicción/Ayer quiso matarme la mujer de mi vida/Apretaba el gatillo cuando se despertó”.
b) Pero si este acercamiento a la figura de artista parece un poco bien pedante, enseguida se ocupa de poner las cosas en su justo lugar, mostrando su cara más mercenaria y mercantilista. Ser poeta es un oficio y su producto está sujeto a un precio: “(…) me conformo con (…) lo que buenamente me den por la balada/de la vida privada de Fulano de Tal”. La guitarra de García de Diego comanda desde el vamos. Hay unos laúdes casi perdidos que le dan un toque particular y un excelente solo de sintetizador que reaparece al final en contrapunto con los metales.

Llega Besos con sal y su catálogo de metaforería erótica que marca una apuesta mayor a nivel poético, alejándose por un momento de lo narrativo-referencial. En los homenajes hechos por los autores a las mujeres cada uno va delatando sus gustos. Las de Sabina son desinhibidas, bien formadas y complejas: “Hembra y señora (…) golfa y decente”. Este dualismo ya era reclamado como algo necesario en Y si amanece por fin (dama, pero también mujer). Hay rasgos animales en el retrato de la fémina “que cada hora cambia de piel (…) dulce serpiente de cascabel”, asociados –cultura mediante- a lo instintivo sexual. Todo subrayado por el ritmo latinoamericano (muchas acústicas, sesiones de percusión y de viento con solito de trompeta incluído) que lleva a pensar en mestizas ardientes, en “buenas salvajes” incitando al pecado. Nota: por lo general, cada vez que Sabina revisita un motivo viejo (imagen, tema o historia) los nuevos abordajes suelen ser superadores, con lo cual el status de cada una de sus canciones es potencialmente variable en sentido negativo: pasan, retrospectivamente, a ser borradores, ensayos, versiones previas, de las nuevas. Aquí puntualmente, el verso: “Por tu cintura sale el sol más temprano”, es una mera reelaboración -por oposición- del “Hay mujeres en cuyas caderas no se pone el sol”, de Mujeres fatal, tema aparecido originalmente en el doble en vivo de 1985.

La entrada de Ruidos continúa esa zona del álbum dominada por el ritmo y el toque acústico, esta vez con una inflexión más española, andaluza. Ruptura localizada en el momento del desenlace, el desgarro y la disolución final: “Ruidos de cristales, ruidos de gemidos, ruidos animales, contagioso ruido”. La convivencia como forma de la alineación. El patetismo no ingresa desde la subjetividad del yo poético, (el cual al estar fuera de la historia, no se ve involucrado, y por lo tanto se distancia afectivamente) sino desde el tratamiento musical. La tonalidad grave y el ritmo sostenido y monótono refuerzan el clima de pesadez y malestar que la mirada se empeña en auscultar con minuciosidad casi malsana. Una canción perfecta por lo inquietante. Hay una guitarra flamenca y la voz del cantaor Javier Rubial sobresale en la parte final donde un coro trágico va ganando terreno hasta llegar a un final a capella y con palmas. La inversión de la fórmula clásica de acumulación instrumental usada a partir de El Hombre Del Traje Gris.

El Blues de lo que pasa en mi escalera es otra obra de ingeniería, digamos letrística, (porque para decir poética, no hay densidad conceptual ni introspección lírica) con un caudal textual más que generoso para un formato de rock and roll, que hace gala de una técnica narrativa propia de la literatura: la focalización desde distintos personajes, nada frecuente en el molde de la canción.
En un mundo donde triunfan los tontos y son vencidos los poetas, Sabina se muestra satisfecho con lo hecho: “Igual sigo de flaco/Igual de calavera/Igual que antes de loco por cantar el blues de lo que pasa en mi escalera”. Blues pero también rumba, merengue, tango, ranchera... etc, etc. En tal sentido funciona como un señalamiento de la intención básica del álbum: la presencia, el homenaje a una diversidad de formas musicales. De paso, digamos que la segunda parte muestra un rasgo que Sabina mantendrá en el futuro: la entrada de la canción en un molde más suelto y amplio donde la tensión poética afloja, sin desmerecer para nada el efecto final.
Musicalmente cuenta con la sólida combinación de la guitarra distorsionada y la voz de Sabina. El final es en base a un diálogo voz-coro en pleno clima orgiástico. Caos organizado merced a los arreglos de García de Diego.
Nota: a propósito del verso que habla del “rock and roll de las gasolineras”. Si bien el tema es un homenaje a todos los ritmos, pero en especial a los recientemente descubiertos latinos, Sabina no contrapone a éstos el ritmo sajón -como Serrat en Se duerme el rock and roll-, sino que lo incluye como uno más. No hay discriminación.

Como un explorador es el único tema compuesto exclusivamente por Sabina, y uno de los más sencillos en su formato musical: bajo, percusión, guitarras y teclados (el resto es buena melodía y voz). Puede convertirse en el futuro en un clásico del bolero gracias al equilibrio perfecto entre lo que se cuenta y el clima placentero y sobrio que despliega. Casi no importa que la situación sea la misma que la de Incluso en estos tiempos o que Sabina juegue por enésima vez con la figura del mujeriego (“Con el cartel de libre en la solapa/He vuelto a ser un guapo entre las guapas/Chulapas de Madrid”). Después de todo, no deja de ser un buen consejo y además nos regala otra de sus frases célebres “Y una mañana, comprendí que a veces gana, el que pierde una mujer”. A diferencia de otros temas intimistas donde el oyente es ubicado en el rol de confidente, aquí la sensación es de intrusión, ya que el sujeto le habla desde su soledad a la chica.
Nota: en este tema Sabina compone solo, canta solo y cuenta la historia de un hombre solo.

Mujeres fatal es una pausa en el desarrollo de la obra. Es una vieja canción (prueba de esto es la rima exclusivamente en versos pares) que ya había sido editada en el doble en vivo Sabina Y Viceversa, interpretada por uno de los muchos invitados de esa noche memorable, Ricardo Solfa, y que aquí se revitaliza en plan rocanrol, sin pena ni gloria. Acaso Sabina haya querido rescatar para su nuevo público (más numeroso) un exponente que él consideraba perteneciente a una etapa muy anterior.

El tercer tema dominado por el ritmo (los anteriores son Incluso en estos tiempos y Ruido) es Ganas de. Esta vez la impronta la dan las guitarras al ritmo del rockabilly. El clima apocalíptico de fin de siglo no impide que el sujeto –hábil sobreviviente de todas las batallas- se aferre a lo único auténtico, no engañoso que nos queda: el amor. Por la temática y la forma parece un tema de la primera época, podría haber funcionado perfectamente en Sabina Y Viceversa, con su clima de boliche de la movida madrileña a la Zumo de Neón (“Hierven los clubs y los adolescentes /Comen pastillas de colores”), aunque tal vez sea un efecto de lectura promovido por la presencia del tema anterior. Nos deja sí, otra de las frases-slogan de carácter filosófico: “Por las autopistas de la libertad nadie se atreve a conducir sin cadenas”. Es el otro tema, junto a Incluso en estos tiempos, en que la banda parece invitada a soltarse en floreos y lucimientos sin compromiso, recordando por momentos a Conductores suicidas. Hay ciertas reminiscencias de Waits en la no-melodía y la tesitura vocal baja.

Los tres últimos temas marcan uno de los momentos claves de la obra: una seguidilla impresionante que remata en un final digno de un gran álbum. El primero, La casa por la ventana cuenta con la presencia de Pablo Milanés alternando la primera voz con Joaquín, lo cual ya es decir bastante. Más allá de eso es una excelente denuncia a la explotación europea de inmigrantes: “En plazoletas y cines/por un jergón y un plato de sopa/con una alfombra y un kleenex/Le sacan brillo al culo de Europa”. Es un tema marcado históricamente, sin dudas motivado por la reciente relación América Latina-Sabina. Lo curioso es que tuviera que esperar a ver “la vida de la otra mitad”, recorriendo el continente desde Mexico a Argentina, para “percibir” una realidad con la cual se codeaba día tras día por las calles de Madrid. En este sentido la letra es todo lo dura que puede ser y no discrimina a ninguna minoría de la globalización: “El ingeniero polaco/Que vino huyendo del frío/Ya es mayordomo del tío del saco”. El estribillo (muy ganchero) rescata lo bueno, pese a todo y el clima musical es vital, reflejando la idiosincrasia de la mayoría latinoamericana que no pierde la alegría. Es la misma formación musical de Besos con sal pero los vientos están más contenidos y el piano se marca más.

Tal vez fueron los Beatles con Sgt. Pepper´s los primeros en armar la “lista de favoritos”, es decir, de los ídolos de la niñez (anticipando la “globalización” en el terreno cultural), recurso que después se repetiría decenas de veces. Sabina lo utilizará como principio constructivo en más de una ocasión, una de ellas en la aparentemente acústica Mas de cien mentiras. Aquí, el catálogo adquiere el carácter metafórico de “botiquín de primeros auxilios” contra los efectos del mundo. La reunión de opuestos (“Lennon y McCartney/Gardel y Le Pera”) se ajusta al carácter artístico de Sabina. El, como pocos, ha sabido congeniar cosas tan extremas como la chamarra y el rock and roll sin dejar de sonar auténtico en ambos terrenos. Musicalmente es un “tema tornasol” donde el acompañamiento se va transformando. Luego de más de dos minutos de guitarra y voz solista (incluyendo el primer estribillo) entra la banda y las armonías vocales desplazándolas por completo; el final ya es de una acumulación barroca. Tiene, además, una irrupción brevísima y desenfadada de violín que es como la cereza en la punta del helado, aunque no le hiciera falta.
El verso “Los pies en el barrio y el grito en el cielo” recuerda al comienzo de El Choclo, de Discépolo (“Se puso alas la ambición de mi suburbio/Salió del sórdido barrial buscando el cielo”). Acaso una reformulación de quien le canta a su lugar y lo universaliza. Aparte del bombardeo verbal, el tema va derivando desde lo referencial a lo metafórico, con algunas sentencias, que en pleno contexto, funcionan como cable a tierra o faros ideológicos sin ser panfletarias: “pobres exquisitos, ricos miserables”…

“Mas vale que no tengas que elegir entre el olvido y la memoria” dice el primer verso de Esta boca es mía, definida como “una canción desesperada, sin orgullo ni moral”. Suma su propio bálsamo al catálogo indispensable del tema anterior (que también incluye la palabra “memoria” en el primer verso). La visión apocalíptica (“La guerra que se acerca estallará /Mañana lunes por la tarde /Y tú en el cine sin saber /Quién es el malo mientras la ciudad /Se llena de árboles que arden/Y el cielo aprende a envejecer”) como consecuencia de la falta de compromiso. Como pocas veces Sabina se muestra tan apelativo: “Y sal ahí, a defender el pan y la alegría”. Una instrumentación simple (bajo, acústica y teclados) enmarca las voces de Joaquín y Olga Román. A partir de aquí, los discos siguientes tendrán un tema en esta vena íntima y reflexiva. ¿Síntoma de la madurez? De cualquier manera es excelente. El registro poético sintoniza la frecuencia de Silvio Rodríguez.

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