viernes, 29 de junio de 2012

EL NACIMIENTO DE UN ARTISTA POPULAR.

El sujeto I era hijo de policía, estudió en un colegio religioso e ingresó en la Facultad de Filosofía y Letras para cursar la carrera de Filología. El mismo año que ingresó al servicio militar contrajo matrimonio y comenzó a trabajar de redactor en un periódico.
El sujeto II amaba la poesía desde niño, a los 14 años formó una banda de rock, a los 19 fue detenido por sus ideas políticas y dos años más tarde, mientras colaboraba en una revista literaria, debió exiliarse a Inglaterra, donde se ganó la vida como cantante.
¿Cuál de los dos sujetos es Sabina?
Los dos, entre otros.
Posiblemente, de no mediar el Proceso de Burgos, hubiera sido el primero. El exilio es el vientre último que gestó al Sabina que finalmente fue. En Inglaterra vivió años de incertidumbre que lo marcaron a fuego. “Ocupa” en la capital del sexo, el rock y la droga. En Londres comenzó su carrera de cantautor por una cuestión de necesidad, el circuito de españoles de izquierda le aseguró un público cautivo aunque reducido, finalmente vio su nombre en letra impresa por primera vez, no como músico, sino como escritor con un libro de poemas, “Memorias del exilio” en 1976. Para hacerse una idea de la trayectoria de Sabina en Londres, digamos que el último año de permanencia allí, la BBC le encargó la banda de sonido para una miniserie sobre la Guerra Civil Española.

Un poeta cantante.
La evolución del Sabina poeta al Sabina cantante se basa, por una parte, en la adecuación paulatina de los principios formales de la poesía tradicional castellana, anterior a las vanguardias, a las necesidades básicas de su prima hermana, la letra de canción, y por otra en un progreso natural en el dominio de los principios formales. De este modo, mientras la rima avanza hacia una rigurosidad consonante (jamás estricta, por otra parte, cosa que perturbaría el espíritu libertario que abona su mensaje) y las imágenes se instalan más y mejor, el metro se va librando de ataduras, adaptándose a las necesidades de la melodía, al fin y al cabo, el código estructurante del género.
Inventario, el primer disco, el disco de poemas musicalizados, conserva todas las marcas del poeta popular: métrica estricta y rima tosca (asonante en pares). Para la época de Ruleta Rusa, estos elementos comienzan a balancerarse. Es el momento de cruce, donde la estética posterior comienza a anunciarse. Por su parte, el avance hacia un lenguaje más rico en imágenes, esbozada desde el vamos en temas como Inventario o 1968, verá retardado su desarrollo por el abordaje de una estética más rockera que definirá los años sucesivos hasta Juez y Parte. Y es que el rock se expresa mejor a través de ciertos sonidos, posturas y actitudes, que por medios lingüísticos (piensen en el lenguaje colmado de aullidos, onomatopeyas y frases sin sentido de Little Richard). Así y todo, esto no es impedimento para la aparición de gemas líricas tales como Pongamos que hablo de Madrid y Calle Melancolía, durante este período de rock-electroacústico-de-garage.
El primer esfuerzo poético a nivel obra se manifiesta en Hotel, Dulce Hotel, conjuntamente con el abandono ya casi definitivo del rock. De allí en más sus letras irán consolidando un lirismo propio que para la época de Esta Boca Es Mía y Yo, Mi, Me, Contigo alcanza su madurez definitiva. Hay en este devenir una excepción, y es el intencionadamente referencial, casi periodístico, Mentiras Piadosas, anclado en su contexto enunciativo: el aquí y ahora del mundo de comienzos de los 90. (Juez y Parte utiliza un principio parecido, orientado hacia la autobiografía.)
19 Días y 500 Noches y Dímelo en la Calle son sendos puntos culminantes que difícilmente Sabina consiga emular (de hecho el reciente Alivio de Luto no lo ha hecho). El primero parece orientado a alcanzar la perfección formal, en especial en lo referente al dominio de la rima (“En versos consonantes, si quieres, envíame un fax”, le responde a Fito Páez en la recíprocamente mal intencionada Enemigos Intimos, del disco homónimo). Recuerda a esos textos kilométricos del Dylan folk de los comienzos, que desarrollan una potencialidad “in extenso” inalcanzable para el letrista medio (El caso de la rubia platino, por ejemplo). El segundo demuestra que Sabina, además de nadar de punta a punta sin esfuerzo, puede bucear, y a buena profundidad, en el mar de las imágenes. Implica una ruptura abrupta con el lenguaje más o menos referencial utilizado hasta entonces para ingresar a un código más surrealista (o sencillamente más poético), una jugada ya francamente arriesgada de cara a un público acostumbrado a sus buenos consejos o a admirarse con jugadas formales perfectas pero comprensibles.

Componiendo.
Hay un Sabina músico y un Sabina lírico. Tal vez el segundo haya dejado una impronta más profunda en su resultante final: el Sabina artista que todos conocemos. Si bien un buen número de sus composiciones le corresponden en exclusividad, lo más común dentro de su producción es la colaboración con otros para la parte musical, o directamente la cesión total de tal responsabilidad 1.
Afortunadamente las patologías más comunes a este tipo de práctica no se han manifestado en su obra; esto es: la producción de letras con música agregada antes que la de auténticas canciones. Sea cual fuere el proceso de gestación de las canciones cuya música pertenece a otro (los más comunes: letra o melodía preexistente) se advierte en el producto final una coherencia entre texto y sonido, lo cual habla de un trabajo de retorno concienzudo entre músico y letrista o del reconocimiento de un standard creativo que no acepta mediocridades. Cualquiera de la dos razones hablan por sí solas de un artista.
La mitad de los textos escritos por Sabina (y en esto se reserva la exclusividad) muestran una irregularidad métrica que hablan de la preexistencia de la melodía y de una gestación conjunta. Este procedimiento aparece en particular dominando Mentiras Piadosas y 19 Días y 500 Noches. Sólo Inventario, su disco precalentamiento, presenta algo muy cercano a “letras musicalizadas” con una fuerte regularidad del verso. De hecho, habían sido pensadas originalmente como textos de circulación escrita cuando fueron editados en 1976 en el libro Memorias del Exilio. Así, el Sabina lírico antecedió al músico.
Hablar de colaboradores en lo musical es hablar en primer lugar de Pancho Varona y Antonio García de Diego. Varona aparece tempranamente como co-autor en dos de los mejores temas de Juez y Parte: Balada de Tolito y Ciudadano cero y comandando a Viceversa, la banda de acompañamiento. García de Diego aparecerá un par de años después en los créditos de Una de romanos, de El Hombre del Traje Gris.
En la siguiente obra, la críticamente discutida Mentiras Piadosas, la colaboración entre los tres gana terreno y aparece el primer tema firmado en común: Pobre Cristina. El talento compositivo de los tres compadres hace eclosión en el posterior Física y Química, uno de los mejores discos de Sabina y el salto cualitativo más grande que haya logrado de un disco a otro. Tan buenos resultados determinaron que la fórmula compositiva dominara Esta Boca es Mía (1994), Yo, Mi, Me, Contigo (1996) y Dímelo en la Calle (2002).
La excepción es 19 Días y 500 Noches (2000), donde Sabina decidió prescindir de sus partenaires compositivos, reemplazándolos por Alejo Stivel y Adrián Oliver, con resultados igualmente inmejorables.
1: Sánchez Ferlosio (Círculos Viciosos) y Manolo Tena (Guerra Mundial) tienen el privilegio de ser los únicos autores de los cuales Sabina fue solamente intérprete en la temprana época de CBS. Romance de la gentil dama y el rústico pastor, de Inventario, muestra a Sabina jugando de Serrat, es decir, musicalizando textos de otros, en este caso un poema clásico. La última mención es para Luis García Montero, quien aportó el texto de Nube negra, en el reciente Alivio De Luto.

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